Nuestro lugar de refugio

¿Cuál era tu escondite favorito cuando eras niño?

Mi familia tenía un sillón en la sala, y entre la esquina del sillón y una parte de la pared que separaba la sala de la cocina había un pequeño rincón perfecto para un niño de cinco años que necesitaba esconderse. Recuerdo que trepaba por los cojines y me metía en ese lugar cada vez que había una parte terrorífica o estresante en una película que estábamos viendo. Incluso recuerdo que una vez llevé mi dinosaurio de peluche Barney a ese lugar y susurré una especie de cántico que supuestamente le daría vida, al estilo de Toy Story.

(Antes de que se preocupen, no se trata de que mi yo de la infancia se haya metido en la brujería. Lo vi en una película de Barney y pensé que tal vez ocurriría en la vida real si creía lo suficiente).

Los refugios o escondites son los lugares a los que acudimos cuando queremos sentirnos seguros. Suelen adoptar diferentes formas a medida que crecemos y nos damos cuenta de que agacharnos detrás de un sofá ya no nos va a proteger de las cosas que nos asustan.

Tu nuevo refugio puede ser la comida, las redes sociales, el sueño o tu programa favorito en Netflix. Puede ser tu marido, tu novio, tu mejor amigo o tu madre. Puede ser tu trabajo, tus aficiones, tu tarjeta de crédito, tu agenda o tus pasajes de avión. Podría ser, hacer ejercicio o leer novelas románticas o jugar a videojuegos o ver pornografía. Incluso podría ser la comunidad de tu iglesia.

(La mayoría) de nuestros refugios adultos no son necesariamente malos. Muchos de ellos son buenos regalos del Señor, destinados a nuestro placer y disfrute.

Pero ninguno de ellos está destinado a ser un escondite o refugio. Ninguno de ellos está destinado a ser el lugar al que acudimos cuando nuestros corazones están abrumados y nuestras almas anhelan la seguridad.

Ese papel le corresponde al Señor.

“Tu eres mi refugio; me guardas de la angustia; Con canticos de liberación me rodearas.” Salmo 32:7

“Mi refugio y mi escudo eres tú; en tú palabra he puesto mi esperanza.” Salmo 119:114

“Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas.” Salmo 17:8

“Porque El me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto.” Salmo 27:5

¿Qué significa que Dios sea nuestro refugio?

La primera vez que leemos que el ser humano se esconde es en el Génesis, lo que demuestra lo mucho que está arraigado en nuestra naturaleza. Después de que Adán y Eva dieran un mordisco al fruto que les cambió la vida, su primer instinto fue esconderse de Dios. Sabían que habían hecho mal, y no querían que él los viera en la angustia de su vergüenza.

Así que encontraron un escondite y esperaron con el corazón palpitante, con la esperanza de que el Dios que creó sus cuerpos con su aliento y del polvo no pensara en mirar detrás de algunos árboles.

Por supuesto, los encuentra. Y conocemos el resto de la historia.

Aunque este momento es ligeramente cómico, también me rompe el corazón cuando me tomo el tiempo de pensar realmente en esto. La vergüenza del pecado es tan poderosa que puede hacer que un hombre y una mujer adultos vuelvan a un estado infantil, buscando desesperadamente el refugio de quien más los amó.

¿Y si, en lugar de huir de Dios, hubieran corrido hacia Él?

No sé si las consecuencias habrían cambiado, pero ¿cuán diferente habría sido la conversación si Adán y Eva se hubieran acercado a Dios, con la cabeza inclinada y las lágrimas derramadas, y le hubieran contado lo que habían hecho? ¿Y si Él no hubiera tenido que ir a buscarlos?

He oído decir que el primer pecado no fue la mordedura en sí misma - fue el momento en que Adán y Eva dudaron de Dios en sus corazones, se permitieron creer que Él no era digno de confianza, que Su bondad no era suficiente, que ellos harían mejores dioses que Él.

Nuestra tendencia natural cuando hacemos algo malo es escondernos de la persona a la que hemos perjudicado. Todo lo que hay dentro de nosotros se resiste a decir la palabra "perdón" cuando hemos herido a alguien, porque significa admitir la dura verdad de que no somos personas perfectas. Incluso cuando parece que nuestras decisiones no afectan a nadie más que a nosotros mismos, sabemos que todo pecado es, en última instancia, contra Dios, por lo que a menudo es la última persona a la que queremos acudir en esos momentos.

Pero por mucho que nuestro pecado hiera el corazón de Dios, creo que lo que le duele aún más es cuando sus hijos huyen de Él. Demuestra que todavía no entendemos quién es Él: un padre maravilloso que nos recuerda una y otra vez en las Escrituras que es clemente y compasivo, lento para la ira y lleno de amor. (Éxodo 34:6-7, Salmo 145:8, Salmo 86:15, Joel 2:13)

Te amé tanto que envié a mi Hijo a rescatarte, Puedo oírle decir, con una sonrisa triste en su rostro. ¿Qué más puedo hacer para que creas que estás a salvo conmigo?

Y Él no sólo quiere que acudamos a Él cuando hayamos cometido un error. Quiere ser el primer lugar al que acudamos cuando estemos tristes, enfadados, heridos, enfermos, estresados, ansiosos, deprimidos, abrumados. Él sabe de primera mano lo difícil que es ser humano, y quiere, más que nada, recorrer ese camino con nosotros. Incluso si eso significa estar detrás de un sofá con nosotros durante un rato.

EL quiere ser nuestro refugio.

Una de mis canciones favoritas que capta tan bien la dulzura del amor que persigue Dios es Runaway de Jess Ray. Te animo a que hoy te tomes un tiempo para escucharla y meditar en la letra.

SOBRE NUESTRA BLOGUERA

Kati Lynn Davis creció en el condado de Chester. Tras una breve estancia al otro lado de Pensilvania para obtener un título de escritora en la Universidad de Pittsburgh, regresó al área y consiguió un trabajo en una biblioteca local. Cuando no está escribiendo, a Kati le gusta leer, dibujar, ver películas (¡especialmente de animación!), beber té de burbujas, pasear con sus gatos y salir a correr muy despacio. Kati está bastante segura de que es un Eneagrama 4, pero constantemente tiene una crisis de identidad al respecto, así que afortunadamente está aprendiendo a arraigar su sentido del ser en Jesús.

ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA

Silvia Cubos nació en la ciudad de México, y se crio en la ciudad de Toluca, es la mayor de 5 hermanos. Estudió comunicación y después de graduarse llegó a este país en 1996 donde tuvo la oportunidad de estudiar Ingles y Educación temprana. Silvia ha trabajado como maestra, interprete y trabajadora social. Desde los 17 años Silvia ha sentido el llamado de servir al Señor y orar por las necesidades de otros, ahora lo hace en Willowdale en Español desde 2019.

Silvia disfruta cocinar comida mexicana, caminar al aire libre con sus dos hijas y su perro; para terminar el día le gusta disfrutar de un helado de fresa.