Relationships

En el amor, no hay temor

La siguiente es una transcripción del testimonio que compartí antes de ser bautizada en Willowdale el 5 de diciembre de 2021. Aunque algunos detalles de mi historia han cambiado (por ejemplo, en el momento de mi bautismo estaba soltera, y ahora estoy comprometida), las verdades que comparto acerca de Dios son - y siempre serán - inmutables.

 "Jesús, por favor, ven a mi corazón." Estas son las palabras que recuerdo haber orado el día que acepté a Cristo como mi Salvador. Aunque no recuerdo todos los detalles que me llevaron a ese momento, sí sé que por ese entonces me enteré de que mi primo se iba a bautizar, lo cual me pareció lo más genial del mundo, y mis padres me explicaron que si quería bautizarme algún día, primero tenía que tener una relación personal con Jesús. Así que subí a mi habitación, me arrodillé junto a mi cama como hacían todas las figuritas de Precious Moments y ore la oración. Tenía unos cuatro años.

Ya de niña entendía que mi relación con Dios era personal, como lo demuestra el hecho de que solía hablarle en voz alta en el autobús escolar cuando la niña a mi lado se bajaba en su parada y yo me sentía sola, o fingía empujarlo en el columpio del colegio. (En teoría suena bonito, pero en la actualidad probablemente parecía más bien una escena sacada de una película de terror). El caso es que sabía que Jesús era mi amigo. Lo que no sabía era cuánto iba a necesitar su amistad.

En otoño de 2008, empecé mi primer año de preparatoria. Era la primera vez que iba a una escuela pública después de haber crecido en una pequeña escuela cristiana donde todos me conocían y yo conocía a todos. Había tenido problemas con las amistades en la escuela secundaria, así que estaba emocionada por empezar de cero en un lugar donde nadie me conocía. Sin embargo, como alguien a quien nunca le ha ido bien con los cambios, también estaba muy ansiosa al entrar en ese año... y esa ansiedad terminó creciendo fuera de control, paralizándome hasta el punto de que apenas podía mantener conversaciones con la gente. Como resultado, hice muy pocos amigos, perdí todo el sentido de quién era y caí en una depresión que duró la mayor parte de ese año. Lo único que me ayudó a superar esa época fue aferrarme a Jesús como si mi vida dependiera de ello, aunque hubo momentos en los que, por primera vez en mi vida, sentí que el Dios que había conocido desde la infancia no estaba allí. 

Los años siguientes fueron como una lenta y dolorosa escalada para salir de un pozo profundo y oscuro. La ansiedad que se apoderó de mi vida cuando era estudiante de primer año continuó persiguiéndome, haciéndome cuestionar cada interacción, cada conversación y cada relación de mi vida. La mejor analogía que tengo es como si tuvieras tu propia banda de música, excepto que todos te odian y, en lugar de tocar instrumentos, repiten constantemente todas las cosas raras y avergonzantes que dices o haces y te dicen todas las razones por las que no deberías gustarle a la gente que te rodea. Era agotador.

No fue hasta la universidad cuando empecé a comprender que la raíz de esta ansiedad era el miedo a no ser amada. En mi mente, cualquiera en mi vida podía decidir en cualquier momento que no valía la pena tenerme cerca si no me ganaba de alguna manera el derecho a quedarme. Cuando lo entendí y empecé a verbalizarlo y a dejar entrar a los demás, empecé a experimentar cierta sanación. Pero el daño de todos esos años de creer mentiras tarda mucho tiempo en deshacerse, y en 2016 me gradué de la escuela, me mudé de vuelta a casa sin perspectivas de trabajo, y pasé por otra transición que sacudió mi sentido de mí misma de nuevo.

El 16 de julio de 2018 escribí las siguientes palabras en mi diario: «¿Alguna vez dejaré de sentir que hay algo dentro de mí que está roto sin remedio?». En el momento en que escribí estas palabras, tenía 24 años y vivía con mis padres, tenía un trabajo a tiempo parcial y apenas pagaba mis préstamos estudiantiles. Estaba soltera cuando la mayoría de mis amigas se casaban, y me ahogaba en la vergüenza. Me sentía un fracaso, y en el fondo creía que Dios -y la gente que me rodeaba- también me veían así. A los 24 años, diez años después de mi primer año de la preparatoria, estaba convencida de que había arruinado mi vida.           

La verdad es que no hay un momento «ah-ha» que pueda señalar cuando las cosas empezaron a cambiar. Fue una serie de pequeñas cosas a través del tiempo, pequeñas maneras en que Jesús persiguió mi corazón y me mostró Su amor a través de Su gente y Su palabra. Fue unirme a un estudio bíblico de mujeres en una nueva iglesia y descubrir que las mujeres casadas realmente querían ser mis amigas y que tenían mucho que enseñarme. Fue una amiga cercana que sabía que yo estaba luchando, dándome el correo electrónico de un consejero cristiano y dando el salto de fe para enviar ese correo electrónico a pesar de que no tenía ni idea de cómo iba a pagar por la terapia. (Lo cual, para que conste, es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.) Fue finalmente tomar en serio lo de pasar tiempo con el Señor todos los días y dejar que Él hablara Su verdad sobre mi alma. No sé cuándo sucedió, pero sí sé que cuando cumplí 25 años, algo se sentía diferente. Después de más de una década de vivir como un esclava del miedo y la vergüenza, estaba empezando a experimentar la verdadera libertad y sanidad en Cristo.

Uno de mis versículos bíblicos favoritos es 1 Juan 4:18: "En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. Porque el temor tiene que ver con el castigo, y el que teme no ha sido perfeccionado en el amor». Este versículo no sólo me dice que no tengo que temer no ser amado por los demás porque el amor de Dios por mí es suficiente, sino que también significa que debido al amor de Dios hacia mí, no tengo que temerle a Él. Y esto es realmente una buena noticia - porque en cierto modo, tenía razón cuando escribí en mi diario que algo se sentía roto dentro de mí. Esa cosa rota es el pecado, y es la razón por la que Jesús tuvo que morir en la cruz.            

Pero, afortunadamente, su historia no terminó ahí y la mía tampoco. Porque Jesús no sólo murió en la cruz, sino que resucitó. Y cuando resucitó, conquistó el pecado, la muerte y la vergüenza en lugar mío. Y por eso, mi identidad ya no está en mi pecado o en las cosas por las que he sentido vergüenza. 

Mi identidad no está en mi estado sentimental, mi ansiedad o mi imagen corporal. Mi identidad no está en las palabras hirientes que me han dicho o las que he dicho a otros. Mi identidad no está en las decisiones que tomé en la universidad relacionadas con el alcohol porque me gustaba más quien era cuando bebía que cuando estaba sobria. Mi identidad no está en mis préstamos estudiantiles, ni en mis ingresos, ni en mis "me gusta"de Instagram. Mi identidad ni siquiera está en ninguna de las cosas buenas que tengo. 

Mi identidad está arraigada en lo que mi Dios dice que soy y en lo que está escrito sobre mí en Su Palabra. Éstas son sólo algunas de las cosas que Él me llama: Él me llama su Hija. Me llama Elegida. Me llama Perdonada. Me llama Redimida. Me llama Amada. Me llama Novia. Y me llama Amiga.

Desde una perspectiva externa, mi vida no parece nada especial. Todavía estoy soltera, y todavía no sé realmente lo que estoy haciendo. Pero hay momentos en los que me siento abrumada por la gratitud, porque hoy estoy viviendo una vida que, hace tres años, no creía que fuera posible. Cuando miro hacia atrás y veo los últimos trece años, me doy cuenta de que incluso en los momentos en los que Él se sentía lejos, Dios estaba en una misión de rescate por mi corazón todo el tiempo. Así que tomé la decisión de bautizarme hoy porque, al igual que cuando tenía 4 años, sigo pensando que es lo mejor del mundo. Pero a diferencia de mi yo de 4 años, ahora puedo dar testimonio del amor transformador de mi amigo Jesús, y quiero entregarle el resto de mi vida. 


ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA

Kati Lynn Davis creció en el condado de Chester. Tras una breve estancia al otro lado de Pensilvania para obtener un título de escritora en la Universidad de Pittsburgh, regresó al área y consiguió un trabajo en una biblioteca local. Cuando no está escribiendo, a Kati le gusta leer, dibujar, ver películas (¡especialmente de animación!), beber té de burbujas, pasear con sus gatos y salir a correr muy despacio. Kati está bastante segura de que es un Eneagrama 4, pero constantemente tiene una crisis de identidad al respecto, así que afortunadamente está aprendiendo a arraigar su sentido del ser en Jesús.

ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA

Maritza Zavala Smith nació en Guanajuato, México, y se trasladó a los Estados Unidos cuando tenía siete años. Estudió Salud Pública en Penn State, donde conoció a su esposo. Llevan 8 años casados y tienen dos niños gemelos y una bebe. A Maritza le encanta viajar y bailar salsa. Cuando no está deleitándose con el té verde matcha con leche y estando al aire libre con sus seres queridos, puedes encontrarla aventurándose con su tribu a través de los libros.

Cuéntame Sobre Ti

Odio las charlas superficiales. A pesar de ser extrovertida, esas conversaciones iniciales con personas que no conozco bien o que no conozco en absoluto a menudo se sienten planas, superficiales y, francamente, difíciles. No odio conocer gente nueva; de hecho, realmente me gusta, pero detesto la etapa de conocerse.

Qué lástima que no podamos saltarnos todo eso, ¿verdad?

He intentado hacerlo a veces, especialmente en entornos laborales. No quiero exponerme una y otra vez, prefiero simplemente llegar al fondo del trabajo que tenemos que hacer, así que he hecho que las relaciones laborales sean más un intercambio de “¿qué puedes hacer por mí?/¿qué puedo hacer yo por ti?” que un verdadero compromiso con otras personas.

Hoy, mientras estaba en un viaje por carretera, con horas a solas en el auto, mi mente enseguida pensó en qué pódcast o sermón debería escuchar. ¿Qué lección necesito aprender? ¿Qué es algo en mi vida que debo estar haciendo y que puedo procesar durante las próximas cinco horas en el auto? ¿Sobre qué debería escribir para la publicación del blog que debo entregar una vez que llegue – ja!

Luego vi el horizonte de la ciudad de Nueva York y, tan pronto como pasé, vi las hojas cambiando en Connecticut, y el Espíritu Santo me empujó suavemente a simplemente disfrutarlo. Poner música de adoración y pasar tiempo con Dios, conociéndolo mejor. A Él le encantan las ciudades; Él es el origen de la belleza y la naturaleza.

Tengo una tendencia a tratarlo más como un colega a distancia en algunos aspectos: ¿Qué quieres que haga? ¿Qué necesito corregir? ¿Cuál es la lección aquí?

Su Espíritu me ayudó hoy a recordar que solo debo pasar tiempo con Él. Cantar. Disfrutar la vista real por la ventana de la creación. Pasear por New Haven, Connecticut, y disfrutar de una pizza. Hablar con Él y preguntarme qué trabajo está haciendo en esa iglesia en la esquina, en medio del campus de Yale.

A veces es bueno darse cuenta de que ya he pasado mucho más allá de la etapa inicial de conocerse con Dios, pero al mismo tiempo, todavía hay tanto más que debo conocer sobre Él.

La mayor parte del tiempo he estado dispuesta a seguir adelante y superar esas conversaciones iniciales con otras personas para ir más allá de las charlas superficiales; ha valido la pena. Y cuanto más he estado dispuesta a dejar entrar a las personas, más profundas se han vuelto las relaciones.

Si estás en la fase incómoda de charlas superficiales en tu relación con Dios o si lo conoces desde hace años pero tal vez lo has estado tratando como a un colega en lugar de como a un amigo, espero que mi viaje por carretera de hoy te anime a simplemente pasar un tiempo conociéndolo.


ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA

Originaria de Georgia, Mary Beth Gombita es una amante del té dulce, una orgullosa Bulldog de Georgia y una ávida fanática de la música. Trabaja en el sector de las relaciones públicas y dirige su propio negocio de consultoría de comunicación desde casa. Mary Beth y su marido, Stephen, tienen dos hijos pequeños. Actualmente es la editora de nuestro blog Willowdale Women.

ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA

'Liliana Daza es la hermana mayor de 4 hijas de una familia colombiana muy conservadora. Oriundos de un pequeño pueblo ubicado en el Oriente de Colombia en frontera con Venezuela donde creció y pasó su niñez. Luego se mudó a la capital para terminar sus estudios superiores en el área de tecnología. En el año 2011 se trasladó a los Estados Unidos junto con su familia debido a una oportunidad laboral. Desde temprano, Liliana ha sentido un llamado para servir y apoyar a la comunidad, por lo que aprovecha cada oportunidad que Dios pone en su camino para este propósito. Liliana disfruta de un buen café negro, viajar, comer buena comida, especialmente cuando viaja. Liliana hace parte de la Iglesia Willowdale en español casi desde sus inicios.

Padre nuestro que estás en los cielos

¿Qué grande es que Dios Padre sea nuestro Padre? Últimamente me he sentido muy animada por esta verdad: que "Nuestro Padre que está en los cielos" está siempre a nuestra disposición para cualquier cosa, desde lo mundano hasta lo eternamente significativo. Uno de mis mayores privilegios es tener un padre terrenal cuyas lecciones y liderazgo siguen siendo prácticos en mi vida cotidiana y me muestran destellos de lo bueno que es nuestro Padre celestial. Incluso a mis 40 años, y hace mucho que dejé mi casa y llevo más de ocho años casada, sigo estando agradecida por la forma intencional en que mi padre me guía.

Para aquellos que han tenido relaciones menos que ideales con su propio padre, Dios les invita a una nueva comprensión de la dinámica padre-hijo. Si ese es tu caso, espero que estos fragmentos de lo que he aprendido de mi padre te ayuden a ver a Dios como tu padre bajo una mejor luz. 

¿Cuáles son algunas de las lecciones tangibles de mi padre?

Algunas son increíblemente prácticas, como cuando veo en las redes sociales mensajes que me animan a ser una madre helicóptero, y pienso en papá enseñándome a montar en bicicleta. Le repetía una y otra vez mientras se agarraba al respaldo de mi silla: "¡No me sueltes!", pero lo hacía, enviándome cuesta abajo por mi cuenta porque sabía que era la única manera de que aprendiera.

Leo que los estadounidenses no saben de dónde vienen sus alimentos y pienso en papá y en mí plantando juntos un huerto de pimientos para poder hacer su mermelada de pimientos favorita: algunos para comer, otros para regalar y otros para vender. Desde preparar la tierra hasta quemarme la nariz jugando con los pimientos picantes, me enseñó cómo tomar una semilla y verla fructificar para múltiples propósitos.

He hablado con amigos que están intentando pagar sus deudas; como nación tenemos una media de más de 7.000 dólares de deuda por persona en sólo tarjetas de crédito. Pero tengo un padre que escribió a máquina sus errores financieros y me los dio cuando tenía 18 años para que no repitiera los mismos errores en mi vida. (No puedo dejar de mencionar a mi madre, que junto con mi padre me enseñaron a hacer presupuestos desde que estaba en el primer ciclo de secundaria).

A menudo veo titulares en los que se plantea cómo la gente debería  manejar el derecho de la próxima generación, y recuerdo una llamada telefónica con mi papá cuando tenía 22 años y buscaba mi primer trabajo después de la universidad. Me sentía desmoralizada después de entregar mi currículum en otra empresa que no quería contratarme y le llamé diciendo: "Me siento culpable porque siento que soy mejor que esta gente, pero sé que eso está mal".

"No eres mejor que ellos; estás calificada para trabajos diferentes", me recordó sabiamente mi papá. (Creo que fue por esa época cuando estaba leyendo Por qué no puedes ser lo que quieras ser).

Lo que he aprendido a través de estas y otras innumerables lecciones es que ser hija de mi padre es un privilegio debido a su carácter, su sólida orientación y su compromiso inquebrantable de guiarme hacia Dios. Si pudiera encontrar las dos frases más comunes que dice en nuestras conversaciones, textos y correos electrónicos, apostaría a que son: "Agárrate a la roca", una referencia a pasajes como Samuel 2, 22, y "¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?".

Sé que no podemos elegir a nuestros padres, y por eso considero que tener el mío es todo un privilegio. Pero el privilegio aún mayor es que el mismo acceso que tengo a mi padre terrenal y a toda su gran sabiduría, lo tengo con mi Padre Celestial, que siempre está disponible para guiarme, enseñarme, corregirme y simplemente estar conmigo. 


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Originaria de Georgia, Mary Beth Gombita es una amante del té dulce, una orgullosa Bulldog de Georgia y una ávida fanática de la música. Trabaja en el sector de las relaciones públicas y dirige su propio negocio de consultoría de comunicación desde casa. Mary Beth y su marido, Stephen, tienen dos hijos pequeños. Actualmente es la editora de nuestro blog Willowdale Women.

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Liliana Daza es la hermana mayor de 4 hijas de una familia colombiana muy conservadora. Oriundos de un pequeño pueblo ubicado en el Oriente de Colombia en frontera con Venezuela donde creció y pasó su niñez. Luego se mudó a la capital para terminar sus estudios superiores en el área de tecnología. En el año 2011 se trasladó a los Estados Unidos junto con su familia debido a una oportunidad laboral. Desde temprano, Liliana ha sentido un llamado para servir y apoyar a la comunidad, por lo que aprovecha cada oportunidad que Dios pone en su camino para este propósito. Liliana disfruta de un buen café negro, viajar, comer buena comida, especialmente cuando viaja. Liliana hace parte de la Iglesia Willowdale en español casi desde sus inicios.


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Incluso si te perdiste nuestro brunch para mujeres la semana pasada (mira el video de arriba), no es demasiado tarde para inscribirte en un grupo de otoño. Contacto Juliana Munoz 302..502.5896. 


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¡Los tatuajes son para siempre!