Un verano hace años atrás, cuando vivíamos en Illinois, nuestra familia se reunió en un viaje a Chicago para visitar lo que entonces era la Torre Sears.
Encontramos estacionamiento varios pisos más arriba, en un gran garaje. En el ascensor sólo cabíamos ocho de los doce. Cuando los del primer grupo bajamos a la planta baja, las puertas se cerraron antes de que salieran mi hija Lauren y su prima Lori, ambas de unos seis años. El ascensor volvió a subir antes de que pudiéramos detenerlo.