Si hay algo que siempre me provoca ansiedad, me pone nervioso y me hace sudar, es la idea de tener que compartir mi fe con alguien. ¿Y si digo algo equivocado? ¿Y si no es perfecto? ¿Y si se me escapa algo? Es intimidante y me da miedo, y la mayoría de las veces intentó evitarlo. Pero la cosa es, cuando miramos el ejemplo de Jesús en la Biblia, cuando Él comparte el Evangelio, no es intimidante y atemorizante. Es íntimo y sencillo.